El multimillonario tecnológico Elon Musk ha insinuado una innovación revolucionaria: un túnel subterráneo transatlántico que conectará dos grandes ciudades, Londres y Nueva York.

Las conversaciones sobre el proyecto, que podría reducir el tiempo de viaje entre ambas ciudades a tan solo 54 minutos, han estado en curso.

Musk ha afirmado que su empresa, The Boring Company, podría construir el túnel por 20 000 millones de dólares.

Este concepto, que se ha debatido durante décadas, implica la construcción de un vasto túnel bajo el océano Atlántico, con una extensión de más de 4800 kilómetros (3000 millas).

Si bien el proyecto tradicionalmente se ha considerado poco práctico debido a su enorme costo, dificultades técnicas y demandas de ingeniería, el enfoque innovador de Musk y sus avances tecnológicos han despertado un renovado interés mundial en esta innovadora iniciativa de infraestructura.

En una conversación reciente, Musk afirmó que The Boring Company podría completar el proyecto por una fracción del costo estimado previamente, que en su momento alcanzó los 19,8 billones de dólares.

«Podemos replantearnos cómo construimos y escalamos la infraestructura», afirmó Musk, enfatizando el papel de las técnicas innovadoras de tunelización, la automatización y los materiales rentables para reducir los gastos.

La propuesta de Musk se basa en la tecnología Hyperloop, un sistema de transporte de vanguardia que utiliza túneles sellados al vacío y levitación magnética (maglev) para impulsar cápsulas a velocidades superiores a 4800 km/h. Esto podría reducir significativamente el tiempo de viaje y transformar los viajes intercontinentales.

Si bien la visión de túnel transatlántica de Musk ha generado entusiasmo, los expertos se muestran cautelosos sobre su viabilidad debido a importantes desafíos.

Estos incluyen superar obstáculos técnicos como la presión oceánica, los riesgos sísmicos y las duras condiciones submarinas.

El costo estimado de 20 000 millones de dólares se considera excesivamente optimista, y existe preocupación por su financiación.

Además, la tecnología Hyperloop, fundamental para el proyecto, aún es experimental y no se ha probado a gran escala.

El impacto ambiental, incluyendo las alteraciones en los ecosistemas marinos y las emisiones de carbono relacionadas con la construcción, requiere una evaluación exhaustiva.

Por último, la coordinación de un proyecto de esta magnitud entre gobiernos y organismos internacionales plantea importantes obstáculos regulatorios.