Durante años, su imagen fue la de una artista reservada, elegante y serena. Una mujer que, sin escándalos ni polémicas, supo conquistar a miles con su voz dulce y presencia magnética. Pero hoy, cuando los focos ya no ciegan y el silencio ya no es necesario, una verdad comienza a salir a la luzel alto precio personal que Milly Corretjer pagó para sostener su hogar y cuidar de su familia.

En los escenarios, Milly era símbolo de éxito. Fuera de ellos, era esposa, madre y compañera de uno de los íconos más complejos del deporte: Óscar De La Hoya, el “Golden Boy” del boxeo mundial. Lo que parecía una vida de ensueño, en realidad, escondía una serie de sacrificios que marcaron su destino y redefinieron su identidad como mujer y artista.

Milly Corretjer se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera cuando tomó una decisión irreversible: abandonar temporalmente su trayectoria artística para dedicarse a su matrimonio y a la crianza de sus hijos. Lo hizo sin alarde, sin buscar reconocimiento. Eligió priorizar lo que sentía más importante: su familia.

Acompañó a Óscar en cada viaje, lo apoyó en cada pelea y se convirtió en el corazón silencioso del hogar. Pero esa entrega total tuvo un costo emocional profundo, uno que se acumuló en los años venideros y que fue dejando huellas difíciles de borrar.

Con el tiempo, la relación se volvió una batalla emocional. De La Hoya enfrentaba serios problemas de adicción y una vida marcada por la infidelidad. Mientras los escándalos acaparaban titulares, Milly se mantenía al margen de la controversia, protegiendo a sus hijos y tratando de mantener la estructura familiar.

Ella fue más que una esposa: fue cuidadora, consejera, soporte incondicional. Pero ese rol absorbente hizo que poco a poco Milly se alejara de sí misma, de sus sueños y de su esencia.
 El precio de su silencio fue alto: salud mental, pérdida de identidad y un vacío que ni el amor más profundo pudo llenar.

La ruptura y el renacimiento

Finalmente, el desgaste fue inevitable. Tras múltiples intentos por salvar el matrimonio, la pareja se separó. Óscar presentó oficialmente la solicitud de divorcio en 2012, y Milly regresó a Puerto Rico para comenzar una nueva etapa de su vida.

Lejos de los reflectores, empezó un proceso de redescubrimiento personal y emocional. Retomó la música, no como un simple regreso profesional, sino como una necesidad vital. Sus nuevas canciones hablaron de independencia, amor propio y resiliencia. Cada verso era una confesión, una cicatriz convertida en melodía.

La lección de una vida entregada

Hoy, Milly Corretjer no es la misma mujer que se retiró del escenario por amor. Es una artista madura, una madre protectora y una mujer que aprendió a valorarse tras haberlo dado todo. El precio que pagó fue invisible para el público durante años, pero real y doloroso en su intimidad.

La verdad que hoy sale a la luz no busca juzgar, sino reconocer. Reconocer el valor de una mujer que decidió poner a su familia por encima de todo, incluso de sí misma. Una verdad que, durante mucho tiempo, permaneció oculta entre canciones de amor y sonrisas contenidas.

Y aunque el precio fue alto, Milly lo pagó con dignidad. Y ahora, con voz firme, canta su libertad.