Para muchos mexicanos, el nombre Enrique Guzmán evoca nostalgia, música y una época dorada del rock and roll latino. Como pilar del espectáculo y figura central del linaje Guzmán–Pinal, su imagen parecía intocable. Pero todo cambió cuando su nieta, Frida Sofía, decidió dar un paso sin retorno: presentar una denuncia penal en su contra, acusándolo de abuso sexual durante su infancia.

Lo que en 2021 comenzó como una confesión en televisión, hoy ha entrado oficialmente en los tribunales, poniendo a toda la dinastía Guzmán-Pinal en el ojo del huracán mediático y social.

De una entrevista impactante a una denuncia formal

En abril de 2021, Frida Sofía sorprendió al país durante una entrevista con el periodista Gustavo Adolfo Infante. Allí reveló, con voz quebrada pero firme, que su abuelo Enrique Guzmán había tenido comportamientos inapropiados con ella desde que tenía cinco años.

Aunque en ese momento no llevó la acusación ante la justicia, el escándalo fue mayúsculo. La prensa explotó. Las redes se polarizaron. Y muchos se preguntaban por qué Frida no iniciaba acciones legales. Hoy, eso ha cambiado: Frida presentó formalmente una denuncia penal, acompañada de testimonios, informes psicológicos y lo que ella describe como “evidencias imposibles de ignorar”.

Enrique Guzmán: de ídolo a acusado

A sus más de 80 años, Enrique Guzmán niega rotundamente las acusaciones, calificándolas de “infames” y “desquiciadas”. Ha comparecido en varios programas de televisión para defender su reputación y cuenta con el respaldo de algunas figuras del medio artístico.

Pero esta postura no ha frenado el debate: ¿estamos frente a una víctima valiente o ante una acusación sin fundamentos? La sociedad está dividida.

No hay grabaciones, pero sí memoria

Frida no tiene videos ni testigos presenciales. Lo que presenta ante el mundo es su memoria, respaldada por diagnósticos de estrés postraumático (TEPT) y una imagen de su infancia en la que aparece junto a su abuelo, con expresión tensa y mirada esquiva.

“Lo siento por no tener una cámara en ese momento,” escribió en redes. “Pero nadie puede negar el lenguaje de un niño. Y los recuerdos no desaparecen.”

La reacción familiar y social

Alejandra Guzmán, madre de Frida, decidió apoyar públicamente a su padre, rechazando la versión de su hija y alegando que Frida “tiene problemas mentales”. Esta actitud ha deteriorado aún más su relación, ya fracturada desde hace años.

En contraste, miles de mujeres, colectivos feministas y sobrevivientes de violencia, han manifestado su respaldo a Frida, viéndola como un símbolo de una generación que ya no está dispuesta a callar.

Frida Sofía ha optado por no callar más. Y el precio ha sido altísimo: el distanciamiento familiar, el escarnio público, la soledad mediática. Pero a cambio, ha recuperado lo más valioso: su voz.

En un país donde el poder y la fama aún pueden influir sobre la justicia, el caso Frida-Enrique representa un punto de inflexión. No se trata solo de quién dice la verdad, sino de si estamos preparados para escucharla, incluso cuando proviene de alguien que alguna vez consideramos intocable.