¿Es posible que una estrella que siempre brilló en el escenario, con su icónica melena larga y su voz inconfundible, escondiera tras bambalinas una vida privada tan compleja que el público jamás imaginó? A los 66 años, Daniela Romo – la artista que conquistó a toda una generación en México y América Latina – finalmente deja entrever aquello que durante décadas fue solo objeto de sospechas. Su historia de carrera, amores, enfermedad y rumores interminables la han convertido en una figura polémica, tan venerada como cuestionada.

De Teresita Presmanes a la figura llamada Daniela Romo

Nacida el 27 de agosto de 1959 en la Ciudad de México, Daniela Romo – cuyo nombre real es Teresita Presmanes Corona – demostró desde pequeña un talento artístico innato. Subió al escenario a los 11 años, participando en teatro clásico y comedia musical, hasta que el cineasta Francisco del Villar le sugirió cambiar su nombre. Así nació el mito: Daniela Romo.

Con más de 20 discos publicados y 18 millones de copias vendidas, Romo se consolidó como una de las voces más importantes de los años 80 y 90. Temas como Yo no te pido la luna o De mí enamórate no solo dominaron las listas de popularidad, sino que se convirtieron en himnos de toda una época.

Vencer al cáncer como si fuera su papel más importante

En 2011, en la cúspide de su trayectoria, Daniela Romo recibió un diagnóstico demoledor: cáncer de mama. Fue sometida a cirugía, 12 sesiones de quimioterapia y 30 de radioterapia. Poco después apareció ante los medios completamente transformada: su famosa cabellera había desaparecido.

“Usted produce, usted dirige, y yo actúo. Voy a ganar el Oscar con este papel”, le dijo alguna vez a su médico. Y cumplió. Romo convirtió la enfermedad en un rol de resistencia y superación, ganándose la admiración de un público que vio en ella no solo a una estrella, sino a una mujer de una fortaleza admirable.

Una vida privada entre secretos y rumores eternos

Si su carrera artística fue un escenario de luces, su vida íntima siempre estuvo rodeada de sombras y especulaciones. Aunque discreta, los rumores de romances no cesaron: desde el actor Enrique Novi hasta el cantante español Miguel Bosé. Con Bosé se habló de pasión y futuro compartido, hasta que él hizo pública su relación con Nacho Palau.

A partir de entonces, crecieron las conjeturas sobre la orientación sexual de Romo. Se la vinculó con Ana Gabriel, con Verónica Castro – con quien protagonizó escenas llenas de complicidad en entrevistas – y, sobre todo, con la productora teatral Tina Galindo. La relación con Galindo, que se extendió durante más de cuatro décadas, sigue siendo uno de los vínculos más comentados. Cuando Galindo falleció en enero de 2024, Romo se derrumbó en el funeral y la definió como “una figura esencial en mi vida”. Sus palabras fueron interpretadas por muchos como una confesión tácita.

Más que una artista: un símbolo de valentía

Hoy, Daniela Romo es mucho más que una cantante y actriz de éxito. Es también un referente de lucha, de libertad y de autenticidad. Ha participado en campañas de prevención del cáncer, ha defendido la libertad de expresión frente a las prohibiciones de ciertos géneros musicales en México y ha convertido su propia vida en testimonio de resistencia.

A los 66 años, Romo vive un nuevo capítulo: más sereno, pero igualmente desafiante. Entre el resplandor del escenario y la sombra de los rumores, su figura sigue despertando la misma pregunta: ¿acaso toda leyenda guarda una verdad que nunca se atreve a revelar?