A los 70 años, Guillermo Francella nombra a cinco personas a las que nunca perdonará

Guillermo Francella es, sin dudas, uno de los actores más queridos y respetados de Argentina. Su carisma, su talento y su capacidad de combinar humor con drama lo convirtieron en una figura admirada durante décadas. Sin embargo, a sus 70 años, el actor sorprendió al abrir una faceta desconocida: la de un hombre que también carga con traiciones, dolores y heridas que aún hoy no han cicatrizado.

 

En una entrevista íntima, Francella reconoció que, aunque la vida le ha dado enormes satisfacciones, existen cinco personas a las que nunca podrá perdonar. Sus palabras generaron sorpresa, curiosidad y hasta polémica, pues el intérprete siempre había mantenido una imagen diplomática y discreta.

El inicio de la revelación

La conversación giraba en torno al paso del tiempo, la madurez y la sabiduría adquirida con los años. Fue entonces cuando el actor lanzó la frase que nadie esperaba:
—Perdoné mucho, aprendí a soltar muchas cosas… pero hay cinco personas que jamás tendrán mi perdón.

 

El entrevistador quedó helado. El público, expectante. Y Francella, con calma, comenzó a describir esas experiencias que lo marcaron para siempre.

La primera traición: un viejo compañero

Francella habló de un colega de sus primeros años en televisión, alguien que fingía ser su amigo mientras negociaba a sus espaldas para quedarse con papeles que le correspondían.
—No me dolió perder el trabajo, me dolió la falsedad. Fingir amistad mientras me apuñalaban por la espalda. Eso no se perdona.

El productor que le cerró puertas

La segunda persona en su lista fue un productor poderoso que, según Francella, durante años bloqueó sus oportunidades en cine, alegando que “solo servía para la comedia liviana”.
—Fue alguien que me subestimó y que intentó encasillarme. Me costó mucho demostrar que podía hacer drama y que tenía más para dar. Nunca lo voy a perdonar, porque lo suyo fue más que una opinión: fue una campaña de desprestigio.

El amigo que lo abandonó

El tercer recuerdo fue quizá el más doloroso. Habló de un amigo de la vida, no del medio artístico, que lo dejó en un momento crítico.
—Cuando más lo necesitaba, desapareció. Eso me enseñó que la amistad verdadera se demuestra en los peores momentos, no en las fiestas ni en los éxitos.

El enemigo disfrazado

La cuarta persona fue alguien que, en apariencia, lo apoyaba. Lo invitaba a eventos, lo elogiaba públicamente, pero en privado desparramaba rumores maliciosos.
—Un enemigo con máscara de aliado. Esos son los más peligrosos. Me costó darme cuenta, pero cuando lo descubrí, entendí que jamás podría perdonar tanta hipocresía.

El crítico despiadado

Finalmente, Francella mencionó a la quinta persona: un crítico que, en plena década de los noventa, escribió una columna lapidaria contra él, asegurando que nunca trascendería más allá de la televisión cómica.
—No es que me molestara la crítica, me dolió la intención de destruir. Ese hombre no buscaba opinar: buscaba hundirme. Y aunque hoy mi carrera es la prueba de que se equivocó, su veneno quedó grabado en mí.

La reacción del público

Las declaraciones de Francella no tardaron en viralizarse. En redes sociales, muchos aplaudieron su sinceridad, mientras otros cuestionaron que hablara de rencores pasados.
“Es humano no perdonar todo”, comentaban algunos usuarios. Otros decían: “Qué valiente que a los 70 diga lo que muchos callan”.

Lo cierto es que sus palabras generaron un debate sobre el perdón, la memoria y la necesidad de soltar el pasado.

Un mensaje de madurez

Más allá de la dureza de sus confesiones, Francella dejó una reflexión que conmovió a todos:
—No perdonar no significa vivir con odio. Significa poner límites. No todo se olvida, y no todo se justifica. Hay cosas que marcan para siempre, y está bien decirlo.

Epílogo

Hoy, Guillermo Francella sigue siendo una figura admirada, dueño de una carrera impecable y de una voz que atraviesa generaciones. Pero con esta confesión mostró algo más: que detrás del aplauso y la sonrisa también existe un hombre que fue herido y que aprendió a no callar.

Su lista de cinco personas quedará como un misterio, pero también como una poderosa lección: el perdón es valioso, pero no siempre obligatorio.