Amaya Uranga, la voz inolvidable de Mocedades, lleva décadas siendo un símbolo de la música en español. Su tono dulce y su trayectoria impecable han conquistado a varias generaciones, pero a sus 78 años ha sorprendido con una confesión que nadie esperaba: existe una lista de cinco personas que, según ella, “no merecen ni su perdón ni su olvido”.

En una entrevista íntima para un medio especializado en música y cultura, Amaya rompió el silencio sobre los episodios más dolorosos de su vida profesional y personal. “He vivido muchas alegrías, pero también traiciones profundas”, dijo con una mezcla de serenidad y firmeza.

El peso de los años y la memoria

La cantante explicó que, con el paso del tiempo, aprendió a relativizar los conflictos, pero que hay heridas que nunca cerraron. “El tiempo no cura todo, eso es un mito”, afirmó. “Hay cosas que se guardan en un rincón del corazón y, aunque no te amarguen la vida, te recuerdan que hay límites que no se deben cruzar”.

Cuando el entrevistador le preguntó si se trataba de rencor, Amaya lo negó:
—No es rencor. Es memoria. Perdonar a cualquiera que te haya hecho daño sin mostrar arrepentimiento es abrir la puerta a que vuelva a hacerlo.

Los primeros en la lista

Aunque evitó dar nombres completos, la artista sí dio pistas que dejaron al público especulando.

El primero de la lista es un antiguo representante que, según Amaya, se aprovechó económicamente de la confianza que ella y el grupo le tenían. “Firmó contratos que nos perjudicaban, ocultó cifras y cobró comisiones dobles. Nos dejó en una situación muy complicada y jamás pidió disculpas”.

El segundo es un colega músico con el que compartió escenario en los años 80. “Le di mi apoyo cuando estaba en un mal momento, y él me devolvió el favor inventando historias falsas sobre mí para quedarse con un proyecto que habíamos planeado juntos”, relató.

Las traiciones más dolorosas

El tercer nombre es más personal: una amistad de décadas que, en palabras de Amaya, “me conocía mejor que nadie” y que utilizó información íntima para dañarla públicamente. “No duele lo que dicen los enemigos, sino la decepción de quienes llamabas amigos”, confesó.

El cuarto es un productor discográfico que, según la cantante, intentó manipularla para aceptar condiciones humillantes en un contrato. “No era solo un tema laboral, era un intento de disminuirme como artista y como mujer”.

El último nombre… el más difícil

El quinto y último nombre fue el único que Amaya pronunció con un silencio prolongado antes de hablar. “Es alguien de mi familia. No voy a dar detalles, pero todos tenemos historias que preferimos guardar. Solo diré que el daño que puede hacer la sangre es más profundo que cualquier otro”.

El impacto de la confesión

La entrevista no tardó en volverse viral. Los fans, acostumbrados a la imagen dulce y conciliadora de Amaya, se sorprendieron con su franqueza. Algunos la aplaudieron por su valentía y por demostrar que incluso las figuras más queridas tienen límites. Otros, en cambio, opinaron que mencionar la existencia de la lista sin dar nombres concretos solo alimenta el morbo.

Amaya, sin embargo, se mostró tranquila ante las reacciones:
—No busco venganza ni escándalo. Solo quiero dejar claro que la vida me enseñó a no callar lo que duele.

Lecciones de una vida

A lo largo de la conversación, la exintegrante de Mocedades compartió reflexiones sobre cómo aprendió a protegerse en un mundo, el de la música, donde las emociones y los negocios suelen mezclarse de manera peligrosa.

“Cuando eres joven, crees que todos los que sonríen están de tu lado. Luego descubres que hay sonrisas que son máscaras. Ahora ya no me interesa caer bien a todos; me interesa estar en paz conmigo misma”, dijo.

La música como refugio

Pese a las traiciones, Amaya asegura que la música la salvó en sus momentos más oscuros. “Cantar fue mi forma de sanar. Las giras, los escenarios, el cariño del público… eso me sostuvo cuando todo lo demás parecía derrumbarse”.

A sus 78 años, sigue disfrutando de la música, aunque de manera más selectiva. Prefiere conciertos íntimos y colaboraciones que le permitan mantener el control total de su trabajo.

Un mensaje a las nuevas generaciones

Antes de finalizar la entrevista, Amaya dejó un consejo a los artistas jóvenes:
—No tengan miedo de poner límites. El talento abre puertas, pero la dignidad es la que decide si cruzas o no. Y, sobre todo, aprendan que no todos merecen su confianza.

Conclusión

La revelación de Amaya Uranga no solo sorprendió por el contenido, sino por el momento en el que decidió hacerlo. A sus 78 años, con una carrera consolidada y sin deudas pendientes con el público, eligió contar su verdad sin adornos ni rodeos.

Sus palabras dejan claro que la memoria es una forma de justicia personal y que, aunque el perdón es una virtud, también lo es saber decir “hasta aquí”.