Aunque el Barcelona logró una victoria agónica contra el Newcastle, la euforia por los tres puntos se vio empañada por la explosiva reacción de Lionel Messi en el vestuario. Tras el pitido final, mientras los jugadores celebraban con abrazos y gritos, Messi desató una furia descomunal, dirigiéndose con voz atronadora a los dos jugadores que, según él, habían arruinado parte del rendimiento colectivo durante el partido. Sus compañeros no podían creer lo que estaban presenciando; la calma del vestuario se transformó en un escenario de tensión palpable. Messi, con gestos enfáticos y ojos llenos de determinación, advirtió al entrenador Hansi Flick que el equipo podría ser el doble de fuerte si se tomaban decisiones drásticas y se eliminaba de inmediato a aquellos que no estaban aportando al nivel esperado. La intensidad de su mensaje dejó a todos boquiabiertos, algunos temblando ante la fuerza de la crítica del astro argentino.

En el centro de la tormenta se encontraba Gerard Martín, el lateral izquierdo, quien recibió las puntuaciones más bajas entre los titulares. Según las evaluaciones de Barca Universal, Martín apenas alcanzó un 6/10. Aunque no cometió errores graves que costaran goles, su desempeño fue discreto y no logró dejar una marca destacada en el desarrollo del juego. La falta de impacto ofensivo y defensivo fue evidente, y su movilidad limitada hizo que Messi lo señalara como uno de los puntos débiles que podrían ser mejorados o incluso reemplazados.

Junto a él, Fermín López, el mediocampista ofensivo, también quedó en el ojo del huracán. Su influencia en el partido fue mínima, y tanto Barca Universal como SempreBarça lo calificaron con 6.8/10 y 6/10, respectivamente. La falta de creatividad, la escasa conexión con sus compañeros y la ausencia de iniciativas que rompieran las líneas defensivas del Newcastle fueron suficientes para que Messi lo incluyera en su advertencia pública. En su opinión, mantener jugadores que no cumplen con los estándares necesarios solo limita el potencial colectivo del equipo, y este mensaje quedó grabado en la mente de todos los presentes en el vestuario.

A pesar de estos focos de tensión, no todo fue negativo. La victoria, aunque ajustada, reafirmó que Barcelona tiene la capacidad de superar rivales difíciles incluso cuando algunos jugadores no rinden al máximo. La actuación de otros miembros del equipo permitió equilibrar las deficiencias, y la coordinación colectiva logró asegurar los tres puntos. Sin embargo, la intervención de Messi fue un recordatorio brutal de que la complacencia no tiene lugar en un equipo que aspira a la grandeza.

Fuentes cercanas al club mencionan que la reacción del argentino ha generado debates internos: algunos jugadores consideran que fue demasiado dura, mientras que otros comprenden que la exigencia es parte de mantener al equipo competitivo en la élite europea. Hansi Flick, por su parte, ha tomado nota de la advertencia de Messi, evaluando posibles ajustes en la alineación para asegurar que los puntos fuertes del equipo no se vean comprometidos por actuaciones mediocres. El ambiente tras la victoria se mantiene tenso, y la temporada apenas comienza, pero queda claro que, bajo la mirada de Messi, ningún jugador puede permitirse relajarse si quiere formar parte del futuro del Barcelona.