Todo empezó en el backstage de un concierto de Shakira en Monterrey.

Aleks Syntek, acompañado de su esposa y su hija, recibió un saludo que él mismo describiría después como algo más que cortesía.

Según su relato, la colombiana lo miró y le dijo que se veía joven y guapo.

Luego, al conocer a su hija Natalia, comentó que parecía su hermana.

Para muchos, esto fue apenas un cumplido simpático; para Syntek, fue un gesto cargado de coquetería.

El problema es que decidió contarlo en televisión nacional, sabiendo que ese matiz lo convertiría en carne de debate.

La reacción fue fulminante.

Los fans de Shakira, recordando viejas críticas de Syntek hacia la artista, interpretaron la historia como un intento burdo de llamar la atención.

Las redes se llenaron de mensajes cuestionando su versión y acusándolo de exagerar.

En cuestión de horas, lo que pudo ser una anécdota sin importancia se convirtió en una guerra abierta de opiniones, con miles defendiendo que Shakira simplemente fue amable y que Syntek lo transformó en un

relato egocéntrico.

El episodio se volvió aún más incómodo por la presencia de su esposa, Karen Coronado.

Aunque ella no ha hecho comentarios, su inclusión en el relato levantó sospechas sobre si Syntek buscaba darle credibilidad a su versión o simplemente añadir drama.

No era la primera vez que el músico mexicano quedaba atrapado en una tormenta mediática por sus declaraciones.

En 2024, ya había cuestionado públicamente la dirección artística de Shakira tras su divorcio, criticando la famosa sesión con Bizarrap y tachándola de irresponsable.

En su momento, dijo que extrañaba a “la vieja Shakira”, la de letras poéticas y menos inclinada al reggaetón.

Muchos no olvidaron esas palabras, y al verlo luego en un concierto suyo, sonriendo y tomándose fotos, lo acusaron de incoherente.

El historial de Syntek no ayuda a su causa.

Desde sus controversiales declaraciones contra el reggaetón en 2017, calificándolo de “música de simios” y provocando acusaciones de racismo, hasta sus comentarios despectivos sobre artistas como Karol G, ha

acumulado enemigos y detractores.

También ha tenido que enfrentar acusaciones de mensajes inapropiados a un menor, que él negó pero reconoció como un error de juicio.

Cada incidente ha dejado cicatrices en su reputación, erosionando la imagen de genio musical que construyó con décadas de trabajo.

Esta vez, sin embargo, el golpe tiene un matiz distinto: no se trata solo de un género que desprecia o de un artista al que critica, sino de una insinuación directa hacia una de las figuras más queridas de la música

latina.

El silencio de Shakira ante la polémica parece calculado.

Mientras Syntek se defiende con mensajes crípticos y restringe comentarios en sus redes, ella sigue llenando estadios y acumulando reproducciones millonarias.

El contraste no pasa desapercibido: de un lado, un artista luchando por controlar la narrativa; del otro, una superestrella que ni siquiera se molesta en entrar al juego.

Algunos ven a Syntek como un provocador consciente, alguien que ha aprendido a usar la polémica como oxígeno mediático.

Otros creen que simplemente no puede resistirse a decir lo que piensa, sin medir las consecuencias.

Lo cierto es que cada vez que habla, revive todos los fantasmas de su carrera: el elitismo percibido, las comparaciones ofensivas, los juicios sobre géneros que no le gustan, las anécdotas personales que incomodan

más de lo que entretienen.

Incluso sus logros artísticos, que son numerosos y de peso —desde “Sexo, pudor y lágrimas” hasta “Duele el amor”— parecen quedar opacados por su habilidad para encender incendios.

En esta última historia, la línea entre verdad, percepción y espectáculo se difumina.

Tal vez Shakira realmente le hizo un cumplido con un tono especial, o tal vez Syntek proyectó más de lo que había.

Lo que sí es claro es que eligió compartirlo en el escenario más visible posible, sabiendo que la reacción sería intensa.

Y ahí está el dilema: ¿confesión sincera o estrategia de escándalo? Por ahora, la respuesta depende de a quién le preguntes.

Mientras tanto, la imagen de aquel backstage sigue flotando en la memoria colectiva: él, su esposa, su hija… y Shakira, sonriendo con esa ambigüedad que solo ella maneja.

Un instante que, en otras manos, habría pasado inadvertido.

En las de Syntek, se convirtió en otro capítulo de una biografía marcada por melodías inolvidables… y polémicas que suenan aún más fuerte.