Inbatible – La reina del pop latino, Shakira, rompe todos los límites ante 90.000 fans en el Estadio SoFi y enfrenta las controversias familiares de su exfamilia política en la gira Women Don’t Cry World Tour


Shakira volvió a demostrar por qué sigue siendo una de las figuras más influyentes de la música latina y mundial. La noche en el Estadio SoFi, ante más de 90.000 fans que llenaron cada rincón del recinto, no solo fue un concierto, sino un acontecimiento cultural que marcó un hito en su carrera. Con una energía arrolladora, la artista colombiana repasó sus mayores éxitos y presentó temas de su más reciente etapa, un repertorio cargado de emociones, ritmos contagiosos y mensajes de empoderamiento. Desde el primer acorde, el público se mantuvo de pie, coreando cada palabra y vibrando con cada movimiento de cadera que, pese a los años y las tormentas personales, sigue siendo su sello inconfundible.

Sin embargo, el brillo del escenario no logró apagar las sombras de las controversias que la han acompañado en los últimos meses, particularmente aquellas relacionadas con la familia de su expareja, Gerard Piqué. La gira, titulada de forma significativa Women Don’t Cry World Tour, se ha convertido en algo más que una celebración musical: es también una declaración de independencia, fortaleza y resiliencia frente a los capítulos más difíciles de su vida. La artista ha sabido canalizar las tensiones y los titulares en canciones que conectan profundamente con sus fans, especialmente con quienes se identifican con su historia de superación.

Durante la noche, Shakira no evitó las referencias indirectas a las tensiones con su exfamilia política, un asunto que ha generado titulares en medios de todo el mundo. Sin pronunciar nombres, pero con frases cargadas de doble sentido y miradas cómplices hacia el público, dejó claro que no teme hablar de su verdad, aunque sea a través de su arte. La conexión emocional fue tal que en varios momentos la multitud pareció acompañarla no solo como espectadores, sino como cómplices en su viaje de liberación personal y profesional.

El montaje del concierto fue de una escala impresionante: pantallas gigantes de última tecnología, coreografías perfectamente ensayadas y una producción sonora impecable que permitía escuchar cada matiz de su voz. Hubo también espacio para la intimidad, con versiones acústicas que hicieron que el gigantesco estadio se sintiera, por unos minutos, como una sala de estar compartida entre Shakira y sus fans más fieles.

A lo largo de más de dos horas, la cantante no solo repasó su catálogo, sino que reafirmó su estatus como un ícono que trasciende modas y generaciones. Con 90.000 personas vitoreando su nombre y un mar de luces iluminando la noche californiana, quedó claro que su influencia sigue intacta. Las controversias podrán perseguirla, pero sobre el escenario Shakira es intocable, inbatible, y su Women Don’t Cry World Tour ya se perfila como uno de los eventos más potentes del año, tanto en lo artístico como en lo emocional.