En un mundo obsesionado con el próximo gran salto, un hombre parece decidido a ir más allá. Elon Musk, la mente inquieta detrás de Tesla, SpaceX y The Boring Company, ha dedicado su carrera a impulsar a la humanidad hacia el futuro. Ha lanzado cohetes que aterrizan solos, construido coches autónomos y soñado con conectar ciudades mediante túneles a velocidad de vacío. Sin embargo, cuando se trata de una de las ideas más queridas de la ciencia ficción —los coches voladores—, Musk no se muestra nada entusiasta.

En un evento de Boring Company, Musk no se anduvo con rodeos. «Habrá millones de estas cosas volando por todas partes», advirtió, «e inevitablemente, alguien no le hará el mantenimiento adecuado a su coche, se le caerá un tapacubos y eso lo guillotinará».

El comentario provocó risas, pero tras el humor negro se escondía un punto serio. Para Musk, los coches voladores no representan progreso, sino peligro. No duda de que los ingenieros puedan hacerlos volar; su preocupación es si se puede confiar en que la gente los opere responsablemente. “Ni siquiera se puede conseguir que la gente mantenga sus coches en tierra”, ha dicho antes. “Ahora imaginen la misma negligencia a cientos de metros de altura”.

Mientras muchos de sus colegas de Silicon Valley sueñan con un horizonte urbano al estilo de Los Supersónicos, repleto de aviones eléctricos, la visión de futuro de Musk apunta en la dirección opuesta: subterránea. A través de su startup de túneles, The Boring Company, Musk quiere construir una capa completamente nueva de transporte bajo las ciudades. Su concepto, el

Loop imagina una red de túneles de alta velocidad donde cápsulas autónomas transportan personas y automóviles de un punto a otro, evitando por completo el tráfico de superficie.

El razonamiento de Musk es simple: el cielo ya es bastante caótico. Añadir miles de vehículos a alta velocidad sobre ciudades densas, argumenta, solo crearía nuevos riesgos, desde contaminación acústica hasta catastróficas fallas en el aire. La solución a la congestión del tráfico, en su opinión, no es llenar el aire, sino…
utilizar la tierra de forma más inteligente

El sistema Loop se basa en la idea anterior de Musk , el Hyperloop : el concepto de transporte ultrarrápido donde cápsulas presurizadas podrían desplazarse a más de 965 km/h a través de tubos casi al vacío. Pero mientras que el Hyperloop sigue siendo experimental, los túneles de The Boring Company son reales. Los centros de prueba en Las Vegas ya transportan vehículos Tesla bajo tierra, y Musk ha lanzado planes de expansión a ciudades como Los Ángeles, Miami y Austin.

Aun así, no todos comparten su filosofía fundamentada. Empresas como Joby Aviation, Archer e incluso Uber han invertido miles de millones en eVTOL (aviones eléctricos de despegue y aterrizaje vertical). Creen que los avances en la tecnología de baterías, el vuelo asistido por IA y los materiales ligeros podrían hacer que los coches voladores sean seguros, silenciosos y escalables. Para estos innovadores, el cielo no es caos, es libertad.

Sin embargo, Musk sigue sin estar convencido. Su escepticismo no solo se basa en la física, sino también en la psicología. Imaginen, dice, un mundo con miles de vehículos zumbando sobre sus cabezas, cada uno capaz de caer del cielo debido a un error humano o una falla mecánica. No solo es peligroso; también distrae, es ruidoso y socialmente disruptivo.

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Así que, mientras la competencia persigue las nubes, Elon Musk sigue cavando. Para él, el verdadero futuro del transporte no consiste en conquistar el aire, sino en dominar el suelo. Controlados, eficientes y silenciosos, los túneles representan progreso sin caos.

Y quizás esa sea la mayor intuición de Musk: a veces, avanzar no significa ascender. Significa descender de forma segura, inteligente y sostenible.