A principios de agosto de 2025, internet se vio conmocionado por una afirmación sensacional: un keniano de 40 años se declaró públicamente como el primogénito perdido del magnate tecnológico Elon Musk. Identificándose únicamente como un “activista de la salud mental” y señalando un asombroso parecido con Musk, el hombre exigió una prueba de ADN para establecer su linaje paterno. Su historia se viralizó de inmediato, pero los investigadores de internet no tardaron en desentrañar sus defectos, lo que generó un escepticismo generalizado y desató un debate sobre los peligros de la desinformación en la era digital.

La reclamación

El hombre declaró que su madre trabajaba como gerente de hotel en el JW Marriott Masai Mara Lodge a principios de los 90, época en la que Elon Musk supuestamente visitó Kenia. Aseguró que nació de un breve romance entre ella y un Musk entonces adolescente, lo que lo convirtió en su hijo. Exigió reconocimiento y una prueba de ADN, no por lucro, sino, según él, por comprensión y pertenencia. Hizo un llamamiento directo a los kenianos para que etiquetaran a Musk en redes sociales e incluso solicitó donaciones solicitando un dólar por persona para poder viajar a Estados Unidos para hacerse la prueba de ADN.

Propagación rápida y reacción pública

Poco después de publicar la afirmación en X (antes Twitter), bajo una página llamada African Hub , la historia obtuvo una repercusión masiva: alrededor de 9,7 millones de visitas, 55.000 “me gusta” y miles de publicaciones y comentarios en cuestión de días.

Sin embargo, la emoción pronto dio paso a la duda. Los usuarios en línea denunciaron inconsistencias flagrantes, en particular con la cronología presentada por Musk. Nacido en 1971, Musk habría tenido solo unos 12 años (o como máximo 14), no 20, en el supuesto momento de la concepción, lo que hace que la afirmación sea inverosímil.

Algunos usuarios comentaron con sarcasmo: “Elon no tiene 60 años; tiene 53 o 54”, subrayando lo poco elaborada que estaba la evidencia de la historia.

Anonimato y falta de pruebas

Más allá de la discrepancia temporal, el denunciante permaneció en el anonimato: sin nombre, sin documentos, sin fotografías adicionales, sin corroboración. Incluso medios que compartieron la historia, como Pie Radio UK, admitieron una verificación deficiente de los datos.

Un analista de Kenia observó: “No hay ninguna superposición concebible que haga posible esta paternidad… Es una discordancia de fechas que ninguna prueba de ADN podría conciliar”.

Especulaciones sobre la IA y temores sobre la imagen

Un tercer golpe a la credibilidad llegó con las sospechas de que la imagen publicada fue generada por IA. Los internautas señalaron fallos visuales extraños (fondos borrosos, patrones antinaturales en la camiseta, proporciones inconsistentes), lo que desató teorías de que la foto podría ser inventada.

Es más, la imagen había circulado antes (en sitios web rusos en marzo de 2024) mucho antes de que surgiera esta afirmación, lo que sugiere que podría haber sido reutilizada a partir de una tendencia de las redes sociales que involucraba “versiones negras” de celebridades blancas.

La conversación más amplia sobre la desinformación sobre la IA

Más allá de este caso, los observadores señalaron que el incidente refleja la creciente preocupación por la desinformación generada por IA. La llamada “Teoría de la Internet Muerta” advierte de un futuro en el que el contenido deepfake, los bots y las imágenes generadas por IA dominarán el discurso en línea, lo que dificultará distinguir entre realidad y ficción.

Un comentarista público denominó el episodio “Internet devorándose a sí mismo”, destacando el peligro de que las narrativas inventadas 

ganen fuerza antes de ser desacreditadas.

Conclusión

Para agosto de 2025, la afirmación de que un keniano era el hijo perdido de Elon Musk se había convertido en una curiosidad digital: circuló ampliamente, fue rápidamente desmantelada y finalmente descartada. La familia conocida de Musk no incluye a ningún hijo keniano, y no ha habido ninguna declaración suya al respecto.

Esta narrativa sirve como advertencia en una era donde las historias sensacionalistas pueden propagarse rápidamente, impulsadas por algoritmos y manipulación visual. Subraya la necesidad de alfabetización digital, verificación de datos y escepticismo, especialmente cuando afirmaciones extraordinarias están respaldadas por poca o ninguna evidencia.