“Esto no puede estar pasando”, dijo Agatha con la voz entrecortada mientras miraba su teléfono. Las lágrimas caían a raudales de sus ojos, cada una ardiendo con el peso de la traición.

Todo empezó con un simple error, al menos eso le dijeron. Su esposo, Jordan, había estado compartiendo un archivo con su mejor amiga, Joy. Parecía inofensivo. Al fin y al cabo, ambos trabajaban en la misma empresa. No tenía nada de raro, o eso creía ella.

Dijeron que era un archivo de la oficina, algo relacionado con un proyecto en el que trabajaban juntos. No lo pensó dos veces cuando el archivo llegó a su teléfono. Era solo un intercambio rutinario, uno de muchos. Agatha había estado tan ocupada con las tareas del hogar, las tareas diarias y tratando de mantener la paz en su hogar, que no tuvo tiempo de revisar su teléfono y revisar el mensaje correctamente.

Pero ahora, mientras se sentaba a ver una película, sonó una notificación en su teléfono y, distraídamente, la abrió.

No era una película.

Era un video.

Un video de Jordan y Joy, su mejor amiga, juntas. Un video que no debía ver, pero el destino, de alguna manera, lo puso en sus manos. Estaban en una situación comprometedora, sus cuerpos entrelazados de una manera que nadie debería presenciar jamás.

La impresión la golpeó como un puñetazo en el estómago. Sintió como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies y cayera en un pozo de oscuridad sin fin. ¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Cuántas veces había paseado por la casa, pensando que todo era normal, mientras esta traición se desarrollaba ante sus narices?

Curiosamente, este archivo había sido enviado hacía dos semanas y nunca se le había ocurrido revisarlo. Estaba tan absorta en el torbellino de la vida diaria: tareas domésticas, recados, tareas del hogar, que se le había olvidado el pequeño detalle de la notificación de su teléfono.

Ahora ya era demasiado tarde.

Su corazón se aceleró y un escalofrío le recorrió la espalda. Había confiado en Jordan, le había confiado todo. Se había abierto a él por completo. Y ahora esta, su mejor amiga, la mujer a la que conocía desde hacía una década, alguien con quien lo había compartido todo, era quien la había apuñalado por la espalda.

La imagen de ellos juntos, la forma en que Joy lo acariciaba, la forma en que se reían como si no les importara nada, se repetía una y otra vez en su mente. Sentía que se asfixiaba, incapaz de respirar mientras su cuerpo se entumecía por la conmoción.

“¿Dónde salió todo mal?”, susurró Agatha, con la voz apenas audible mientras miraba la pantalla. Reflexionó sobre ese instante, la única pequeña grieta en su mundo perfecto que pudo haber provocado esto. Recordó las noches que Jordan había trabajado hasta tarde, cómo Joy siempre había estado ahí para ella, una amiga que le ofrecía consuelo y consejo siempre que Agatha lo necesitaba. ¿Pero ahora? Ahora, todo parecía mentira.

Lo que fue aún más doloroso que la traición en sí fue darse cuenta de que no lo había previsto. Jordan siempre había sido el esposo perfecto, y Joy, su confidente, siempre había estado ahí. ¿Cómo pudo no haber visto las señales?

Pero entonces, mientras sus pensamientos se arremolinaban en confusión y dolor, su teléfono vibró nuevamente.

Un texto de Jordania.

“Necesito hablar contigo.”….

Las palabras la quemaron, y por un instante, Agatha se quedó paralizada. ¿Cómo podía siquiera mirarlo? ¿Cómo podía enfrentar al hombre que había destrozado todo lo que habían construido juntos? Y peor aún, ¿cómo podía enfrentar a Joy? La persona en la que había confiado más que en nadie en su vida.

El peso de todo aquello era insoportable. Le dolía el corazón y su mente se aceleraba. No sabía qué hacer. ¿Confrontar a Jordan? ¿Confrontar a Joy? ¿O era demasiado tarde para salvar lo que quedaba?
Una cosa era segura: Agatha nunca volvería a ser la misma.

Agatha siempre había llevado el peso del legado familiar. Como hija única, heredó todo de sus difuntos padres, el Sr. y la Sra. Smith, quienes fallecieron prematuramente, dejándola sola con una riqueza inimaginable. La familia Smith era conocida por su perspicacia empresarial y su poderosa influencia, y la empresa que llevaba su nombre, The Smith Corporation, ahora estaba bajo su dirección.

Pero a pesar de ser un imperio enorme, siempre se había guardado este secreto. Nunca se lo mencionó a Jordan ni a Joy. No tenían ni idea de que la próspera empresa para la que trabajaban, la misma oficina donde habían forjado un vínculo que se había convertido en traición, formaba parte de la herencia de Agatha. A los ojos del mundo, solo era una mujer que intentaba abrirse camino, que intentaba encontrar la normalidad en el caos de su vida.

Y durante años, lo mantuvo así, reticente a revelar la verdad sobre su riqueza. Pero ahora, ante esta monumental traición, se sentía como una victoria vacía. Todos los planes que había hecho para el futuro, los sueños que había forjado en torno a una vida con Jordan, de repente le parecían ridículos, ingenuos. Sus pensamientos de entregarle la empresa, de depositar su confianza y su futuro en sus manos, ahora le parecían ridículos.

“¿En qué estaba pensando?”, se preguntó Agatha, mientras la amargura de su introspección se le apiñaba en el pecho como un peso de hierro. “¿Cómo pude imaginar que este hombre, este mentiroso, dejaría semejante legado?”

Jordan había entrado en su vida con tanta naturalidad. Había sido su amor del instituto, el chico que prometió amarla para siempre, el hombre que construiría una vida a su lado. Habían compartido sueños, susurrado secretos y se habían prometido un futuro. Agatha había creído cada palabra, creyéndose indestructibles, unidos por el amor y la lealtad. Habían crecido juntos, o eso creía ella.

Pero ahora, todo lo que una vez había sido tan sólido, tan real, parecía una frágil fachada construida sobre mentiras. La traición la hirió aún más al recordar los muchos momentos que había pasado convenciéndose de que estaba bien ocultar quién era en realidad. Agatha se había sentido culpable por no compartir la verdad con Jordan. Pero ahora, con el peso de su engaño oprimiéndola, era como si todo hubiera tenido una razón, quizá para bien, por muy doloroso que fuera.

Lo oculté por algo susurró Agatha, secándose las lágrimas. Siempre se había dicho que era para protegerlo…

Para proteger su relación. Pero ahora, parecía que la verdad había sido un escudo, protegiéndola de la realidad en la que él se había convertido.

La idea de confrontarlo le revolvía el estómago. Quería respuestas, sí, pero más que eso, quería recuperar su vida. Quería la vida que había construido antes de esta traición, la que parecía tener futuro. Pero ahora, no estaba segura de si ese futuro era con Jordan o sin él.

¿Y si hubiera algo más? ¿Y si no se tratara solo del romance? ¿Y si hubiera algo más oscuro, algo más siniestro tras el velo de mentiras?

Su mente corría, dividida entre confrontarlo de inmediato o esperar el momento oportuno. El dolor la consumía, pero también la curiosidad, la necesidad de entender por qué. ¿Por qué había hecho esto? ¿Por qué su mejor amiga?

La oficina estaba tensa mientras Jordan y Joy se sentaban uno frente al otro, sintiendo la presión de la situación. El expediente el que Agatha no debía ver jamás le había sido enviado por error. Fue un error, se dijeron, pero ninguno sentía el más mínimo miedo ni remordimiento. No sentían culpa ni un atisbo de preocupación por lo que habían hecho.

“Debe haberlo visto”. La voz de Joy era fría, casi indiferente mientras miraba a Jordan, esperando su confirmación.

Jordan asintió, imperturbable. “Nos ocuparemos de ello. O borra el video, o se nos ocurre otra solución”.

Justo la semana pasada, Agatha había dado el paso monumental de pedirle al presidente de The Smith Corporation que nombrara a Jordan gerente. Su plan desde el principio había sido darle un puesto de poder dentro de la empresa. Había creído en él, confiado lo suficiente como para entregarle las llaves de su futuro. Pero Jordan nunca mencionó su nuevo ascenso ni le expresó su gratitud por la confianza que depositó en él. Agatha no le había dado mucha importancia en aquel momento, pero ahora, a la luz de todo, se daba cuenta de lo insensata que había sido.

Más tarde esa noche, mientras Agatha observaba desde la sala, Jordan regresó a casa con Joy a su lado. En cuanto Agatha los vio, una oleada de dolor frío y amargo la invadió. Apenas podía contenerse. Las lágrimas brotaron de sus ojos sin siquiera poder contenerlas. Nunca se había sentido tan traicionada, tan completamente derrotada.

Jordan entró, con el rostro tapado por la misma fría indiferencia que había mostrado en la oficina. «Sé que debe haber visto el archivo. Por favor, no puede chantajearnos con eso. Estamos aquí para pedirle que borre el video. Voy a solicitar el divorcio».

Una risa aguda y amarga escapó de los labios de Agatha, rompiendo la tensión de la sala. Miró a Jordan y luego bajó la mirada rápidamente, presa de una tormenta de emociones que no pudo contener.

Agatha, conocí a Jordan antes que tú. Y me lo quitaste la voz de Joy era mordaz y acusadora. Por favor, no finjas que no lo sabías.

El rostro de Agatha se contorsionó de incredulidad. “¿Ni siquiera una disculpa por cómo me traicionaron?”, gritó, con la voz destrozada por el dolor. Era un grito que parecía surgir de lo más profundo de su alma; la devastación amenazaba con destrozarla.

No me arrepiento de haberme llevado a mi hombre replicó Joy con un tono cargado de veneno. No le importaba; nada la haría sentir remordimiento por lo que había hecho. Jordan, por su parte, permaneció en silencio, de pie junto a la puerta, incómodo, sin saber qué decir. Su mirada iba de Agatha a Joy, pero no había disculpa ni rastro de vergüenza en su actitud.