En una acusación sorprendente y extraordinaria dentro de la ferozmente competitiva industria aeroespacial, Elon Musk una vez teorizó que un francotirador, estacionado en el techo del edificio de un competidor, estaba detrás de la explosión abrupta y catastrófica de un cohete SpaceX Falcon 9 en 2016.
Lo que comenzó como un trágico incidente que resultó en la pérdida de un cohete de $ 200 millones y el satélite de comunicaciones israelí Amos 6 que transportaba, rápidamente se convirtió en una investigación exhaustiva impulsada por las persistentes sospechas de Musk, que incluso involucró al FBI.
El 1 de septiembre de 2016, un video documentó vívidamente una explosión que provocó la desintegración instantánea del Falcon 9 durante una prueba de fuego estática estándar.
No hubo lanzamiento ni cuenta regresiva; en cambio, el evento marcó la abrupta conversión de uno de los cohetes más avanzados del mundo en una bola de fuego. La comunidad aeroespacial quedó conmocionada, y Musk se vio particularmente afectado por el incidente.
Al recibir la noticia en su residencia de California, el multimillonario director ejecutivo supuestamente comenzó a preocuparse por la posibilidad de que un sabotaje pudiera haber influido.
La información obtenida mediante una solicitud amparada en la Ley de Libertad de Información (FOIA) por el periodista Eric Berger indica que los ingenieros de SpaceX iniciaron una investigación exhaustiva sobre la posibilidad de que un francotirador hubiera disparado un proyectil contra los tanques presurizados del cohete, provocando su ruptura y posterior explosión.
En una decisión que algunos podrían considerar improbable o excesivamente cautelosa, Musk encargó a su equipo que investigara el tejado de una estructura cercana, propiedad de United Launch Alliance (ULA), el principal competidor de SpaceX, situada aproximadamente a una milla del sitio de lanzamiento de Cabo Cañaveral.
Los ingenieros incluso dieron el paso adicional de simular el evento disparando proyectiles contra tanques similares, para determinar si un disparo preciso podría causar un fallo tan desastroso.
Esta sospecha pasó de ser una consideración fugaz a un aspecto importante de la investigación interna. La posterior intervención del FBI subraya la seriedad con la que SpaceX y Musk abordaron el asunto.
Las circunstancias en ese momento solo intensificaron las crecientes dudas de Musk. SpaceX se vio envuelto en una competencia cada vez más antagónica con ULA, una colaboración entre Boeing y Lockheed Martin que históricamente había ejercido un fuerte control sobre el sector de lanzamiento gubernamental.
En 2014, Musk emprendió acciones legales contra la Fuerza Aérea de EE. UU., alegando comportamiento anticompetitivo y trato preferencial hacia ULA, lo que impidió a SpaceX obtener valiosos contratos militares.
Ese año, el Falcon 9 de SpaceX experimentó su primera explosión significativa durante un lanzamiento, y para 2016, la compañía se enfrentó a una presión considerable para demostrar su fiabilidad a la NASA y al gobierno estadounidense.
La ocurrencia de la segunda explosión, coincidiendo con la importante inversión de la NASA en el programa de tripulación comercial de SpaceX, fue particularmente desafortunada. Este evento provocó una pérdida de confianza pública.
Musk, reconocido por su intensa competitividad y su inquebrantable fe en su visión, podría haber percibido la explosión no solo como un revés técnico, sino como un intento calculado de interrumpir el progreso de su empresa.
El concepto de un ataque corporativo con francotiradores puede parecer la trama de una película de suspense de Hollywood, pero en SpaceX se trató con la máxima seriedad.
No se trató de un simple comentario fugaz, hecho con exasperación; más bien, fue una teoría que Musk defendió fervientemente, a pesar de las considerables dudas expresadas por las fuerzas del orden y los especialistas aeroespaciales. Como se indica en los documentos de la FOIA de Berger, incluso el FBI se vio obligado a dar una respuesta oficial.
Una correspondencia enviada en octubre de 2016 indicó claramente que los investigadores no encontraron ninguna evidencia que indicara que un sabotaje o cualquier tipo de actividad delictiva contribuyera a la explosión.
Más bien, la verdadera causa fue considerablemente más común, aunque igualmente importante desde una perspectiva técnica. Los ingenieros de SpaceX finalmente determinaron que los tanques presurizados del cohete se llenaron con helio superenfriado a un ritmo excesivo, lo que provocó una falla estructural.
A pesar del error inicial de Musk, su empresa finalmente se volvió más resiliente. Para 2017, SpaceX había superado a ULA en lanzamientos anuales, consolidando su posición como el principal proveedor privado de vuelos espaciales. En 2019, logró una hazaña histórica al transportar con éxito astronautas a la Estación Espacial Internacional, una primicia para una entidad privada.
La obsesión de Musk con la teoría del francotirador ejemplifica la brillantez y la imprevisibilidad de su enfoque de liderazgo. Exige una lealtad inquebrantable, persigue sus objetivos con ferviente dedicación y con frecuencia percibe resistencia incluso cuando no la hay.
Esta perspectiva paranoica puede parecer irrazonable para quienes no pertenecen al sector; sin embargo, en el ámbito de alto riesgo de la exploración espacial, en ocasiones le ha proporcionado la ventaja necesaria para enfrentarse a las autoridades establecidas.
No obstante, esta misma mentalidad puede distanciarse de los aliados, generar aprensión interna y desviar la atención de los verdaderos desafíos técnicos. Sus detractores sostienen que la preocupación de Musk por la conspiración y el sabotaje indica una profunda reticencia a aceptar la responsabilidad.
En lugar de abordar los errores internos que provocaron la explosión del Falcon 9, Musk optó por asignar culpas y crear una historia de traición.
A pesar del drama que lo rodeó, el resultado fue claro. SpaceX obtuvo información valiosa de sus reveses, revisó sus protocolos de abastecimiento de combustible y emergió con mayor resiliencia.
El crecimiento de la empresa no se vio afectado. De hecho, es posible que se haya acelerado por el mayor escrutinio y la presión pública que surgieron tras la explosión.
En todo caso, la peculiar teoría de Musk, a pesar de haber sido refutada, consolidó aún más la leyenda que lo rodea. Trasciende los roles de un simple emprendedor o director ejecutivo.
Tanto sus partidarios como sus críticos lo perciben como un individuo en constante lucha contra adversarios invisibles, a menudo de su propia creación.
Aunque el francotirador fue una mera invención, la explosión de 2016 se erige como un acontecimiento crucial en la narrativa de SpaceX: un punto de inflexión que subrayó los importantes riesgos que implicaba y hasta dónde llegaría Musk para salvaguardar sus aspiraciones.
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