En otro conflicto cultural y político de alto riesgo que involucra a uno de los multimillonarios más influyentes del mundo, Elon Musk ha desatado una nueva controversia al amenazar públicamente con crear una nueva universidad en respuesta a lo que él llama “políticas discriminatorias” en Harvard.

La medida se produjo después de que Musk reaccionara a una publicación viral que afirmaba que Harvard buscaba activamente reducir la representación de los hombres blancos en diversos puestos profesionales y académicos.

Su contundente respuesta, seguida de una creciente tormenta en línea, ha vuelto a poner a la prestigiosa institución de la Ivy League en el centro de atención e intensificado el debate nacional en torno a la raza, la igualdad y la meritocracia en la educación de élite.

La polémica estalló primero en X (anteriormente Twitter), donde el activista estadounidense Christopher F. Rufo compartió una publicación en la que alegaba que Harvard había desarrollado un plan para aumentar la proporción de mujeres y minorías en ciertos sectores a más del 90 %. “No se trata de igualdad de oportunidades”, escribió Rufo, “se trata de castigar a los blancos, a los hombres y, especialmente, a los hombres blancos”.

Musk reposteó el comentario con una sola palabra: “¡Guau!”. Esa discreta respuesta del director ejecutivo de Tesla y SpaceX, conocido por su poderosa presencia en línea e influencia cultural, fue suficiente para desatar una polémica en redes sociales.

En cuestión de horas, miles de usuarios se manifestaron, muchos exigiendo la revocación de la acreditación de Harvard y la desfinanciación de la universidad.

Para alimentar la indignación, Musk continuó sugiriendo que había llegado el momento de crear una alternativa a la Ivy League: una universidad que, en sus palabras, «trate a los estudiantes de manera justa, independientemente de su raza o género».

La implicación era clara: si Harvard y otras instituciones similares continuaban por lo que Musk percibe como un camino de favoritismo ideológico, él usaría sus vastos recursos e influencia para construir un sustituto.

“Construiré una universidad donde los estudiantes sean juzgados por sus méritos, no por el color de su piel”, según se informa, Musk declaró a sus asociados en conversaciones privadas compartidas con varios expertos en tecnología.

Aunque no se ha confirmado oficialmente, esta declaración ha encontrado eco en muchas publicaciones de sus seguidores en línea, lo que refuerza la idea de que Musk podría estar preparándose para un desafío a gran escala a la élite educativa estadounidense.

Esta no es la primera vez que Musk se enfrenta a Harvard. El mes pasado, apoyó al exdirector ejecutivo de Sun Microsystems, Scott McNealy, quien criticó duramente a la universidad por resistirse a la supervisión gubernamental en áreas como las políticas de admisión y contratación.

En ese caso, McNealy escribió “Desfinanciar Harvard”, a lo que Musk respondió con un simple emoji de “100%”, indicando claramente su alineamiento con la postura de desfinanciación.

Mientras que los críticos acusan a Musk de fomentar la división, otros lo ven como alguien que se opone a lo que consideran un sesgo institucional progresivo bajo el pretexto de una equidad progresista.

Las implicaciones de los comentarios de Musk van mucho más allá de las redes sociales. Afectan el núcleo de un debate nacional más amplio sobre el papel de la acción afirmativa, la libertad académica y la influencia política en la educación.

En los últimos años, universidades de élite como Harvard se han enfrentado a un creciente escrutinio por priorizar la diversidad, a menudo en detrimento de las admisiones basadas en el mérito.

En 2023, la Corte Suprema de Estados Unidos asestó un duro golpe a estas políticas al dictaminar que los programas de admisión con enfoque racial en Harvard y la Universidad de Carolina del Norte eran inconstitucionales.

Ahora, con la intervención de Musk, el debate vuelve a ser noticia, amplificado por su enorme plataforma y la fidelidad de sus más de 180 millones de seguidores.

Para agravar aún más la situación, Harvard también se ha enfrentado a una importante presión financiera por parte de fuerzas políticas.

Durante la administración Trump, se recortaron 2.200 millones de dólares en fondos federales destinados a la universidad en una disputa presupuestaria de gran repercusión mediática.

Más recientemente, ocho agencias federales retiraron conjuntamente 430 millones de dólares adicionales en subvenciones, alegando “preocupaciones por sesgos ideológicos y falta de transparencia”.

Si bien estas medidas han sido apoyadas por activistas conservadores, también han puesto a Harvard en una posición defensiva, lidiando con la disminución del apoyo federal y el creciente escepticismo público.

Harvard aún no ha emitido un comunicado en respuesta a la última controversia. Al ser contactados para obtener comentarios, los representantes de la universidad se negaron a abordar los detalles de la publicación de Rufo ni la reacción de Musk, y en su lugar, remitieron las consultas de los medios a un contacto de prensa genérico.

Sin embargo, los críticos interpretan este silencio como evasivo. Los comentaristas en línea acusan a Harvard de obstaculizar el escrutinio público mientras continúa aplicando políticas que consideran discriminatorias.

Los defensores de la universidad argumentan que la institución sigue comprometida con la ampliación del acceso y las oportunidades, y que sus esfuerzos en materia de diversidad se basan en abordar siglos de desigualdad sistémica.

Pero para Musk, el problema parece ser filosófico y profundamente personal. Firme defensor de la meritocracia y el progreso tecnológico, Musk ha criticado repetidamente la ideología progresista y lo que él llama la politización de las instituciones.

En su opinión, la equidad educativa no debe lograrse mediante una representación artificial, sino eliminando por completo las preferencias identitarias.

Si las escuelas de élite no pueden defender ese principio, parece dispuesto a construir las suyas propias.Una iniciativa así no tendría precedentes en la carrera de Musk.

Ya revolucionó la industria automotriz con Tesla, transformó los vuelos espaciales privados con SpaceX y transformó radicalmente la comunicación digital con la adquisición de X.

En 2020, también creó una escuela para sus propios hijos llamada “Ad Astra”, que posteriormente se amplió y rebautizó como la escuela experimental “Astra Nova”, que prescinde de las calificaciones y los planes de estudio tradicionales en favor de la resolución de problemas y el razonamiento ético.

Una universidad completa, respaldada por los miles de millones de Musk, podría ser el siguiente paso lógico, especialmente si se posiciona como una alternativa meritocrática a lo que él considera instituciones académicas en decadencia dominadas por la ideología.

Aun así, no todos están convencidos de que la visión de Musk resulte en un sistema mejor. Los críticos argumentan que su desdén por las iniciativas de diversidad refleja una falta de apreciación del valor de los entornos educativos inclusivos.

Otros temen que una universidad respaldada por Musk se convierta en un caldo de cultivo para ideologías políticas contrarias disfrazadas de neutralidad.

“Elon quiere una universidad libre de ideología, pero solo si es su ideología”, escribió un académico en X, haciéndose eco de la preocupación de que las críticas de Musk a la cultura woke están enraizadas en una visión estrecha del mundo.

A pesar de la oposición, los comentarios de Musk han calado hondo en gran parte del público. Muchos estadounidenses, en particular aquellos desilusionados con la élite académica, lo ven como un disruptor necesario.

Para ellos, su disposición a enfrentarse a Harvard es solo otro ejemplo de su negativa a seguir las reglas del sistema.

Y en una época en la que la reputación de las mejores universidades se cuestiona más que nunca, la idea de una nueva institución imparcial, por utópica que sea, resulta atractiva.

Queda por ver si Musk finalmente cumple su amenaza de construir una universidad. Pero el mensaje que envió es inequívoco: las voces más influyentes de Estados Unidos ya no se conforman con criticar desde la barrera.

Si creen que instituciones como Harvard están rotas, crearán otras nuevas, construidas no sobre el legado ni la tradición, sino sobre la disrupción, el mérito y, en el caso de Musk, un presupuesto de mil millones de dólares listo para transformar el futuro de la educación.

Una sola palabra “¡Guau!” bastó para reavivar el debate nacional sobre la educación. Pero en el mundo de Musk, una sola palabra suele marcar el inicio de un cambio radical. Si Harvard está prestando atención, puede que ya sea demasiado tarde para detener lo que viene después.