En el exigente mundo de la innovación, donde visiones multimillonarias moldean el futuro de la tecnología, los egos suelen chocar con tanta fuerza como las ideologías.

Pocas rivalidades lo ilustran mejor que la disputa latente entre Elon Musk y Bill Gates, dos titanes de la era moderna que parecen discrepar en todo, desde la política climática hasta el estilo personal.

Sus antiguas tensiones volvieron a estallar por la cuestión de los camiones eléctricos, lo que culminó con Musk calificando a Gates de viejo desfasado que “no tiene ni idea” del futuro del transporte.

El intercambio no fue solo un golpe personal, sino un punto de conflicto en el debate más amplio sobre qué soluciones climáticas son viables, escalables y que vale la pena implementar.

Todo comenzó en 2020, cuando Gates, siempre pragmático, publicó una detallada entrada de blog en su plataforma GatesNotes titulada “¿Cómo avanzamos hacia un mundo con cero emisiones de carbono?”.

En ella, Gates expuso su hoja de ruta para lograr cero emisiones netas en el sector del transporte, respaldando sus argumentos con investigaciones y haciendo hincapié en las limitaciones tecnológicas actuales.

Aunque elogió los vehículos eléctricos para uso personal —citando una reducción del 85% en el costo de las baterías desde 2010 y reconoció a Rivian, Bollinger, Ford y GM, no mencionó el Semi de Tesla.

Pero lo que realmente enfureció a Musk fue la afirmación de Gates de que los camiones eléctricos, debido a su gran peso y consumo energético, probablemente nunca serían prácticos para el transporte de larga distancia. En cambio, Gates promovió los biocombustibles y los electrocombustibles como mejores alternativas.

Para Elon Musk, cuyo imperio industrial se basa en refutar la opinión generalizada, la omisión del Semi de Tesla y el pesimismo de Gates sobre el transporte de mercancías eléctrico no fue solo un desacuerdo técnico, sino un insulto directo. Musk, como siempre, no se contuvo.

Cuando un usuario de X (anteriormente de Twitter) le preguntó sobre la postura de Gates, Musk respondió contundentemente: «No tiene ni idea».

Esta no era la primera vez que Musk despedía a Gates, ni era probable que fuera la última. Su relación se ha visto afectada durante mucho tiempo por una división filosófica fundamental.

Gates aborda los avances tecnológicos con un optimismo cauteloso y una profunda confianza en la investigación y el consenso.

Musk, en cambio, es un futurista de fuerza bruta, convencido de que la realidad se doblega a la voluntad de quienes se niegan a aceptar límites. Y, en opinión de Musk, Gates representa un pasado cada vez más desconectado del presente.

Si bien Gates presentó su entrada de blog como un análisis realista de las densidades energéticas, la logística y la economía, Musk la consideró un fracaso de la imaginación. El argumento principal de Gates se basaba en la masa de las baterías.

Para los camiones de larga distancia, afirmó, la cantidad de baterías necesaria para transportar carga a grandes distancias resultaría en rendimientos decrecientes: cuantas más baterías se lleven, más energía se necesitará para transportarlas.

Esa lógica recursiva, insistió Gates, hacía que los semirremolques alimentados por baterías fueran esencialmente inviables para la logística comercial.

Pero para 2023, Musk ya tenía ingresos. El Semi de Tesla ya estaba en circulación, siendo utilizado por empresas como PepsiCo para operaciones de transporte de mercancías en el mundo real.

Y como reveló la tan esperada biografía de Musk escrita por Walter Isaacson, la rivalidad entre los dos multimillonarios no hizo más que ahondarse en los años transcurridos.

Isaacson documentó una acalorada conversación en la que Musk confrontó directamente a Gates, presionándolo sobre las métricas de batería que utilizó para concluir que los camiones eléctricos fallarían.

Gates, según se informa, no pudo responder a las preguntas de Musk sobre vatios

hora por kilogramo o vatios-hora por milla, dos cifras esenciales para evaluar el rendimiento de los vehículos eléctricos.

Musk, que nunca deja que una disputa pública se desvanezca, republicó una cita de la biografía en X y añadió su propio comentario. “Gates también dijo que el Tesla Semi era imposible, aunque estuviera circulando por todo el país”, escribió.

“Cuando le pregunté qué Wh/kg de batería y Wh/milla del camión usaba para llegar a la conclusión de que era imposible, Gates no tenía ni idea, pero aun así se mantuvo firme en su conclusión”.

La reprimenda fue más que personal: fue simbólica. Para Musk y sus millones de seguidores, reafirmó la idea de que los pensadores tradicionales como Gates están demasiado atascados en limitaciones teóricas como para ver los avances que ocurren en tiempo real.

El error de Gates no fue solo una omisión, sino un pensamiento obsoleto.Hay que reconocer a Gates que su entrada de blog constituyó una evaluación exhaustiva del panorama global de las emisiones.

Enfatizó que el transporte solo representa alrededor del 16% del total de gases de efecto invernadero y abogó por priorizar la descarbonización en sectores como la generación de electricidad, la agricultura y la manufactura.

Su llamado a la acción fue matizado: utilizar vehículos eléctricos y electricidad limpia donde sea viable, pero invertir en combustibles alternativos para aplicaciones más pesadas. Incluso reconoció los desafíos de costo y escala para los biocombustibles y los electrocombustibles.

Pero los matices no triunfan en el algoritmo X, y Musk aprovechó la falta de especificidad de Gates y su reticencia a elogiar a Tesla. En el mundo de los camiones eléctricos, Gates parecía un pesimista justo cuando la visión de Musk se consolidaba.

A finales de 2023, Tesla no solo había entregado semirremolques, sino que también había comenzado a aumentar la producción para pedidos de flotas más grandes. Videos de los camiones transportando carga, incluso a través de terrenos montañosos, se publicaron en línea.

Las pruebas en condiciones reales demostraron que los semirremolques alcanzaban una autonomía de entre 480 y 800 kilómetros por carga con cargas comerciales.

Los ejecutivos de PepsiCo expresaron públicamente su satisfacción con los camiones, elogiando su rendimiento y contribuyendo a la percepción de que el vehículo era más que un simple prototipo: un competidor viable en el sector del transporte de mercancías.

Los analistas financieros comenzaron a tomar nota. Morgan Stanley, que en su momento expresó escepticismo sobre la viabilidad del Semi, revisó sus proyecciones después de que los datos de campo indicaran una mayor eficiencia de la prevista.

La cadena de suministro de baterías integrada verticalmente de Tesla y su infraestructura de megacargadores se citaron como ventajas frente a sus rivales, que aún luchan por implementarla.

Si Gates tenía razón en algo, era en que el peso de la batería importa. Pero Musk había demostrado que, con la ingeniería adecuada, el problema podía mitigarse; no evitarse, sino gestionarse.

El conflicto también planteó preguntas más amplias sobre el papel del discurso público en el desarrollo tecnológico.

La entrada del blog de Gates reflejó una visión clásica orientada a las políticas: informar al público, promover el progreso gradual y evitar las promesas excesivas.

La estrategia de Musk, por otro lado, es performativa, combativa y diseñada para impulsar tanto los mercados como las mentes.

Su descaro invita a la crítica, pero también impulsa el progreso. Sin la visión agresiva de Musk, el mercado de los camiones eléctricos podría haberse estancado en la fase de concepto.

Con él, se vio obligado a acelerar.Lo irónico de todo esto es que ambos hombres, a su manera, luchan por un futuro sostenible.

Gates, mediante una filantropía metódica e inversiones en startups de energía limpia, busca un cambio a largo plazo basado en la ciencia.

Musk, mediante la innovación a ultranza y el espectáculo público, pretende hacer realidad el futuro más rápido de lo que nadie cree posible. Pero sus métodos y sus egos siguen chocando.

Lo que hace que la refutación de Musk sea aún más hiriente es que la ha respaldado en la práctica. Por cada publicación de blog, tiene un prototipo. Por cada modelo de hoja de cálculo, tiene una máquina en marcha. Mientras Gates explicaba por qué algo podría no funcionar, Musk ya lo estaba construyendo.

En ese sentido, Musk no sólo ganó la discusión: cambió los términos del debate.En 2025, a medida que más empresas se preparan para comprar Tesla Semis y las regulaciones empiezan a favorecer los corredores de carga de cero emisiones, el cauteloso análisis de Gates parece menos profético y más reacio al riesgo.

El mundo no esperó la certeza académica; siguió al pionero con la bocina más potente.En definitiva, la disputa entre Musk y Gates no se trata solo de camiones.

Se trata de su legado. Gates se forjó un nombre creando Microsoft, dominando el software y financiando la ciencia.Musk está construyendo ciudades en Marte, cerebros de IA y máquinas eléctricas de 36.000 kilos que desafían la física, o al menos la física definida por la generación anterior.

Al tachar a Gates de viejo despistado, anclado en una era pasada, Musk no solo insulta su inteligencia. Está escribiendo un nuevo manual sobre lo que significa liderar el futuro.Porque para Musk, el camino a seguir no pertenece a quienes calculan las probabilidades. Pertenece a quienes las manipulan.